Biblia, género, sexualidad. ¿En qué punto está la discusión en las iglesias sobre las relaciones homosexuales?
Texto tomado del libro de James V. Brownson, Biblia, género, sexualidad: replanteando el debate de la iglesia sobre las relaciones entre personas del mismo sexo (Biblia, Género, Sexualidad: Reframing the Church's Debate on Same-Sex Relationships), Eerdmans Publishing Company, 2013, capítulo 1, parte I, traducido libremente por los voluntarios del Proyecto Gionata
Las Iglesias se encuentran estancadas en la cuestión de la homosexualidad. En muchas denominaciones evangélicas norteamericanas, a pesar de innumerables votaciones y debates sobre el tema, las preguntas siguen abiertas y los ánimos se encienden de modo que la paz y la claridad parecen inalcanzables. Durante las últimas dos décadas, ningún tema ha sido más polarizador o controvertido, especialmente para las principales iglesias.
Aunque el debate se ha centrado a menudo en la posibilidad de ordenar a gays o lesbianas con relaciones estables en puestos de responsabilidad en las Iglesias, la cuestión fundamental no es simplemente una cuestión de política eclesiástica.
Para la mayoría de las iglesias nacidas de la Reforma, esta pregunta cuestiona directamente las Escrituras y la ética: ¿Cuál es la visión moral con respecto al género y la sexualidad que recomiendan las Escrituras? ¿Cuán flexible y adaptable es esta visión a diferentes contextos y culturas? ¿Y dónde encajan en esta visión los gays y lesbianas, las identidades de género y el matrimonio, en el contexto de una sociedad norteamericana poscristiana (ed. y no), marcada por altas tasas de divorcio, promiscuidad sexual que se siente amenazada por las relaciones sexuales? ¿Enfermedades de transmisión y abortos?
Estas preguntas y las cuestiones más amplias que rodean el género y la sexualidad en la cultura norteamericana explican por qué el tema de la homosexualidad es tan polarizador.
La posición de los tradicionalistas.
Los cristianos tradicionales creen que la Iglesia debe leer las Escrituras “claramente” sobre este tema. Para ellos, la Biblia considera que todo comportamiento erótico entre personas del mismo sexo es moralmente incorrecto. Se preguntan: ¿cómo puede la Iglesia encontrar la fuerza para dar testimonio de otras verdades bíblicas sobre la sexualidad en un contexto cultural que ignora cada vez más la visión bíblica del matrimonio, provocando así profundas fracturas en su enseñanza?
Para los tradicionalistas, entonces, la cuestión de la ética de la homosexualidad representa una “línea en la arena”, que determinará si la Iglesia pierde su capacidad de hablar claramente a una cultura decadente.
La posición de los progresistas
Los cristianos progresistas consideran que esta “línea en la arena” está fundamentalmente fuera de lugar. Para ellos, el debate sobre la ética de la homosexualidad representa una oportunidad para consagrar las uniones homosexuales, para integrar a gays y lesbianas en una visión bíblica y tradicional con uniones fieles y comprometidas. Sostienen que tales uniones podrían servir como testimonio contra los patrones de promiscuidad, divorcio y ruptura familiar que caracterizan gran parte de la experiencia sexual en la cultura norteamericana.
Los progresistas también señalan que la alarma más amplia planteada por los tradicionalistas sobre la confusión sexual en la sociedad a menudo tiene el carácter de ser un chivo expiatorio. Señalan que trazar una línea sobre la homosexualidad no reducirá las tasas de divorcio, las tasas de aborto ni curará las divisiones entre los heterosexuales que luchan por vivir una vida moral saludable. Según ellos, los gays y lesbianas se ven obligados a pagar el precio de una Iglesia que ha perdido su capacidad de hacer oír su voz sobre estos temas en el contexto actual.
Un nudo hermenéutico
Esta polarización es fácil de documentar, pero encontrar un camino a seguir es mucho más difícil. Incluso si dejáramos en suspenso cuestiones culturales más amplias, e incluso si tradicionalistas y progresistas asumieran un compromiso sincero de escucharse y comprenderse unos a otros, las profundas divisiones permanecerían. Estas divisiones surgen de un enfoque diferente a la interpretación de las Escrituras.
La necesidad de interpretación
La cuestión central no es tanto qué dice el texto bíblico, sino qué significado tiene para los cristianos de hoy. Se trata de entender cómo se deben interpretar las Escrituras.
Un ejemplo ayuda a aclarar este punto. La mayoría de los cristianos están de acuerdo en que no es necesario que los cristianos de hoy observen las leyes dietéticas del Antiguo Testamento (Lev. 11; Deut. 14). Esto se debe a que el Nuevo Testamento, gracias a la obra de Cristo y a la guía del Espíritu, relativiza estas leyes (Hechos 10, 15; Rom. 14:14; Gál.). En este caso, el significado de un texto como Levítico 11 depende de su papel en el testimonio más amplio de las Escrituras.
Asimismo, hay pasajes bíblicos que hoy en día se leen de manera diferente a su aplicación literal.
Por ejemplo, a los cristianos del Nuevo Testamento se les exhorta a saludarse unos a otros con un “beso santo” (Romanos 16:16; 1 Corintios 16:20; 1 Pedro 5:14), pero hoy en día esta exhortación a menudo se traduce en formas de saludo más culturalmente apropiado. El principio profundo - expresar afecto y cercanía - permanece, incluso si el gesto requerido cambia.
Este enfoque hermenéutico nos enseña a ver cada texto bíblico individual en el contexto más amplio de las Escrituras. Esto nos permite extender los principios bíblicos a nuevas áreas y abordar situaciones particulares que no se mencionan directamente en el texto bíblico.
En resumen, leer y comprender las Escrituras significa ir más allá de una lectura aislada o literal para captar la riqueza y profundidad de la revelación divina en su conjunto. Sobre esta base se desarrolla mi aproximación al tema de la homosexualidad y las relaciones homosexuales en la Iglesia.
Texto original: Introducción y descripción general