La lucha por la inclusión de personas LGBTQ+ en las denominaciones cristianas evangélicas
Artículo de Glynis Ratcliffe en Broadview.org (Canadá) el 16 de octubre de 2020, traducido libremente por los voluntarios del Proyecto Gionata
"Todos son bienvenidos". ¿Cuántas veces se reitera esta frase en las iglesias? Es el mismo mensaje que apareció en el letrero de la Iglesia Bautista Lorne Park en Mississauga, Ontario. También aparecía en el boletín semanal de la comunidad y durante seis años fue el centro de los sermones de Junia Joplin, de 41 años, mientras se desempeñaba como pastora. Pero todo cambió cuando, durante un sermón, Junia se declaró mujer transgénero. Poco después fue despedida.
En ese momento, esas palabras – “Todos son bienvenidos” – resultaron sin sentido. “Cualquier iglesia puede decir 'Todos son bienvenidos', pero si no es auténtico, es sólo una burla de las personas LGBTQ+ que luego son marginadas”, explica Junia.
Aunque muchas denominaciones cristianas están avanzando hacia la inclusión de personas LGBTQ+ (lesbianas, gays, bisexuales, transgénero y queer), las comunidades cristianas evangélicas, pentecostales y muchas otras siguen considerando la homosexualidad como un pecado o una opción de vida a corregir. Durante décadas, aquellos que no se ajustaban a los roles heteronormativos predicados desde el púlpito fueron excluidos y destituidos. Ahora, sin embargo, algo está cambiando: incluso algunas iglesias más conservadoras están empezando a abordar la cuestión.
La nueva generación y el deseo de cambio
Las nuevas generaciones que se abren paso a roles de responsabilidad en diferentes iglesias han crecido en un mundo más abierto a la comunidad LGBTQ+. Algunos jóvenes pastores y líderes de comunidades cristianas quieren crear espacios auténticamente acogedores, donde quienes antes eran considerados "pecadores" puedan sentirse aceptados y valorados. Pero el cambio no es sencillo: la resistencia de la vieja guardia en las iglesias es fuerte.
Junia joplin creció en hudson, un pequeño pueblo de carolina del norte, donde la vida giraba en torno
iglesia bautista local. Esa iglesia, según recuerda, se definía como “orgullosamente fundamentalista”. Desde niña, Junia sintió dos llamadas: la del pastorado y la de su identidad femenina. Pero los dos parecían estar en conflicto. “Si decía que me sentía llamada al ministerio pastoral, me celebraban”, dice. “Pero si hubiera dicho que pensaba que era una niña, me habrían condenado al ostracismo y tal vez incluso me habrían castigado”.
Así, Junia reprimió su verdadera identidad. Se sumergió en sus estudios, asistió a una escuela de estudios religiosos y formó una familia y una carrera. Cuando aceptó el puesto de pastora en la Iglesia Bautista Lorne Park en 2014, esperaba que el cambio le trajera paz interior. Pero por dentro sabía que todavía faltaba algo.
Una revelación y un sermón.
Su mudanza a Canadá ayudó a Junia a descubrir quién era realmente. Durante un curso obligatorio de Hockey Canada sobre inclusión y no discriminación, una clase sobre identidad de género, se dio cuenta de cuánto había reprimido su verdadera esencia. “Era algo que no sabía desde hacía casi 40 años”, dice. Finalmente, encontró el coraje para revelarse.
La noche antes de su sermón de presentación del armario, Junia estaba aterrorizada. Esperaba que la congregación abrazara su verdadera identidad, pero la realidad era diferente. Un mes después, la iglesia votó a favor de despedirla: el 52 por ciento de los miembros optaron por despedirla. "Me sorprendió", dice. "Su decisión no reflejaba la teología que había estado predicando durante seis años".
El desafío en las confesiones evangélicas
La historia de Junia no es única. Muchas denominaciones cristianas evangélicas proclaman que dan la bienvenida a todos, pero mantienen posiciones rígidas sobre los derechos LGBTQ+. A menudo, estas comunidades utilizan un lenguaje ambiguo en sus mensajes públicos para evitar abordar abiertamente el tema. Según Junia, esta neutralidad es perjudicial: “La neutralidad es opresión”.
Sin embargo, algo se está moviendo. En Estados Unidos, la aceptación del matrimonio entre personas del mismo sexo entre los jóvenes evangélicos ha crecido rápidamente, pasando del 20 por ciento en 2004 al 55,9 por ciento en 2018. Líderes como Adam Phillips, fundador de Christ Church: Portland, están tratando de impulsar el cambio desde dentro, incluso si esto a menudo significa perder financiación de las instituciones conservadoras.
Crea espacios curativos
Algunas personas, como Junia, intentan llevar un mensaje de esperanza. Una de sus motivaciones para salir del armario fue un estudio reciente que muestra que los jóvenes LGBTQ+ que dan gran importancia a la religión tienen más riesgo de tener pensamientos suicidas. “No puedo permitir que la iglesia siga haciendo esto”, dice Junia. “Dios te ama, te llama por tu nombre y te creó maravillosamente. Este mensaje salva vidas”.
Al mismo tiempo, están surgiendo nuevas comunidades que ofrecen espacios para sanar los prejuicios. Iniciativas como Affirming Worship en Chicago u organizaciones como Launchpad están creando lugares inclusivos para la fe. “¿Por qué no crear un espacio propio, uno que pueda ofrecer curación de los prejuicios aquí y ahora?” dice Kelly Ravenscraft, una de las fundadoras de Affirming Worship. Si bien no se autodenominan iglesia, su objetivo es construir comunidades de fe sin exclusión.
Un mensaje de esperanza
Junia Joplin a menudo piensa en la niña de 11 años que alguna vez fue: una joven trans asustada, incapaz de ser ella misma en su comunidad cristiana. Es para ella que escribió ese sermón.
“Quiero que cualquiera que se sienta destrozado o equivocado por lo que dice su iglesia sepa que es amado y creado por Dios de una manera maravillosa y digno de existir”. Éste, afirma Junia, es el mensaje que realmente puede salvar vidas.
Texto original: Dentro de la lucha por la inclusión LGBTQ2 en las iglesias evangélicas